16 enero 2013

Cine con Ñ - Edición Febrero 2012


   Al parecer, todos lo que han visto “les Miserables” de Tom Hooper,  tienen una opinión diferente acerca de esta película.  Sin miedo a equivocarme creo que podemos admitir que “les Miserables” es una obra bien difícil de adaptar a un musical. Y es que para cualquier director por muy bueno que sea en su arte, va a tener que enfrentar una tarea casi imposible, que es resumir en casi tres horas una novela de más de 1500 páginas y además de uno de los más brillantes escritores de la literatura universal  como lo es Víctor Hugo. En este melodrama tan colosal, cuya compleja y brillante puesta en escena sólo se puede glosar con superlativos, hay algo de despiste. Por eso me cuesta criticar la película, porque no acabo de encontrar lo que no cuadra.

 El ritmo de la película lo sostiene la capacidad para la composición de Hooper y un trabajo actoral impecable. No cabe duda que el protagonista absoluto de “Les Miserables” es Hugh Jackman. Con trabajos anteriores en otros musicales como cantante, bailarín y actor, el intérprete australiano se come literalmente la pantalla, con una sobrecogedora recreación de Valjean, sublime en el cénit de su rabia contra un sistema implacable e injusto, e incluso en la piedad, la tristeza o el perdón. Tanto su voz como su figura están al servicio de todas estas sensaciones, que golpean al espectador como si estuvieran en el medio del océano, con olas implacables y embravecidas amenazando con la zozobra, y momentos en los que se encontrarán en una sima insondable de amor, piedad y esperanza. La vida de Valjean es un continuo sufrimiento, pero logrará conocer la dicha.

 Mientras su antagonista en escena es  Russell Crowe quien da vida a Javert, el frustrado y amargo policía que le hará la vida imposible hasta el final de sus días. Además de una Anne Hathaway quien se pone en la piel de Fantine, una mujer que sufre no pocos infortunios a lo largo de su vida. Suya es la escena más sobrecogedora de la película, capaz de emocionar al más impasible, auténtica muestra de cómo la maldad humana, en su versión más abyecta, es capaz de destruir a cualquiera y barrer sus esperanzas. Su lírica, aunque no perfecta, es una de las mejores de la cinta, muy bien modulada y adaptada al torbellino de emociones que debe atravesar Fantine. Hathaway se ha consagrado como una verdadera revelación del cine Hollywoodense.

 La película suerte de ópera épica entusiasma, no cabe duda nos emociona y entretiene mostrándonos una historia maravillosa, que Víctor Hugo marcó a fuego en la tradición literaria europea. Pero hay también algo artificial, forzado. Algo que me dice que Tom  Hooper no juega limpio, que se ha preocupado más por hacer un producto exitoso que una buena pieza de cine. Para mi “Les Miserables” sigue siendo un gran musical, pero como película resulta aburrida, aun con sus escenas épicas. Y es que está claro que actualmente no hay muchos directores que sepan manejar un musical y Tom Hooper puede que no sea uno de ellos.

Gonzalo Vivas


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16 enero 2013

Cine con Ñ - Edición Febrero 2012


   Al parecer, todos lo que han visto “les Miserables” de Tom Hooper,  tienen una opinión diferente acerca de esta película.  Sin miedo a equivocarme creo que podemos admitir que “les Miserables” es una obra bien difícil de adaptar a un musical. Y es que para cualquier director por muy bueno que sea en su arte, va a tener que enfrentar una tarea casi imposible, que es resumir en casi tres horas una novela de más de 1500 páginas y además de uno de los más brillantes escritores de la literatura universal  como lo es Víctor Hugo. En este melodrama tan colosal, cuya compleja y brillante puesta en escena sólo se puede glosar con superlativos, hay algo de despiste. Por eso me cuesta criticar la película, porque no acabo de encontrar lo que no cuadra.

 El ritmo de la película lo sostiene la capacidad para la composición de Hooper y un trabajo actoral impecable. No cabe duda que el protagonista absoluto de “Les Miserables” es Hugh Jackman. Con trabajos anteriores en otros musicales como cantante, bailarín y actor, el intérprete australiano se come literalmente la pantalla, con una sobrecogedora recreación de Valjean, sublime en el cénit de su rabia contra un sistema implacable e injusto, e incluso en la piedad, la tristeza o el perdón. Tanto su voz como su figura están al servicio de todas estas sensaciones, que golpean al espectador como si estuvieran en el medio del océano, con olas implacables y embravecidas amenazando con la zozobra, y momentos en los que se encontrarán en una sima insondable de amor, piedad y esperanza. La vida de Valjean es un continuo sufrimiento, pero logrará conocer la dicha.

 Mientras su antagonista en escena es  Russell Crowe quien da vida a Javert, el frustrado y amargo policía que le hará la vida imposible hasta el final de sus días. Además de una Anne Hathaway quien se pone en la piel de Fantine, una mujer que sufre no pocos infortunios a lo largo de su vida. Suya es la escena más sobrecogedora de la película, capaz de emocionar al más impasible, auténtica muestra de cómo la maldad humana, en su versión más abyecta, es capaz de destruir a cualquiera y barrer sus esperanzas. Su lírica, aunque no perfecta, es una de las mejores de la cinta, muy bien modulada y adaptada al torbellino de emociones que debe atravesar Fantine. Hathaway se ha consagrado como una verdadera revelación del cine Hollywoodense.

 La película suerte de ópera épica entusiasma, no cabe duda nos emociona y entretiene mostrándonos una historia maravillosa, que Víctor Hugo marcó a fuego en la tradición literaria europea. Pero hay también algo artificial, forzado. Algo que me dice que Tom  Hooper no juega limpio, que se ha preocupado más por hacer un producto exitoso que una buena pieza de cine. Para mi “Les Miserables” sigue siendo un gran musical, pero como película resulta aburrida, aun con sus escenas épicas. Y es que está claro que actualmente no hay muchos directores que sepan manejar un musical y Tom Hooper puede que no sea uno de ellos.

Gonzalo Vivas


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